A veces es muy fácil irnos. A veces no es fácil volver. A veces es fácil tomar las fotos, pero no volverlas a ver.
El 15 de Septiembre, me escapo nuevamente. Con aquel a quién quiero. Con el que conocí en un aeropuerto. Y me voy porque se me hace fácil. Porque quiero. Porque me gusta conocer. Me gusta viajar y me gusta él.
Mientras más pasa el tiempo, menos YOLO te vuelves. Calculas las cosas. Planeas. Meditas. Te quedas en casa a ver películas. Vas al cine a ver películas. Sales a cenar. Trabajas. Mientras más pasa el tiempo, parece que menos pasa. Cada vez aprendemos más. Desaprendemos más. Nos conocemos menos y conocemos más. Pero es que eso es la vida. La vida es hacer todo y nada a la vez.
Me da miedo irme. Me da miedo regresar. Me da miedo que las cosas no salgan como yo lo planeo. Tanto en el viaje a Guanajuato, como en mi vida. Pero si no me arriesgo, ahora a mis 21 años, no voy a tener buenas anectdotas que contarme a mi misma cuando sea una viejita.
Escaparme con él. Siempre con él. A dónde sea. Cómo sea, pero siempre con él. Eso, creo que eso es la vida. Escaparme (ya sea con él o no, aunque preferiría que lo fuera).
Irme, viajar, conocer, probar. Ir a Guanajuato, visitar sus museos, sus restaurantes, sus bares y discotecas. Ir a San Miguel y pueblear como buena defeña. Regresar y hacer tarea, completar pendientes. Pero regresar con él. Para que días después, meses después, años después. Recordemos esos momentos en Guanajuato y en San Miguel y se nos llene la vida de alegría, de recuerdos y de melancolía. Porque ese es el precio de tener buenos momentos. De tener momentos mágicos. De tenerlo a él.
Así cómo ya nos fuimos a Playa Michigan en Guerrero, y próximamente nos vamos a Guanajuato. En unos cuantos meses nos vamos para Cuba. Y así la vida con el se va volviendo una serie intrminable de viajes para conocer otras culturas, idiomas, personas y climas.